jueves, 15 de octubre de 2009

Mi almuerzo con Mirtha


Todos los días desde hace más de 40 años, de 13:30 a 15:30 Mirtha Legrand nos invita a compartir sus almuerzos con personalidades del espectáculo, el deporte, la política o protagonistas del tema que se imponga en la agenda mediática.

Esta vez fue el turno de Lydia Lamaison , Max Berliner , Alberto Anchart, Gogo Andreu y Carmen Vallejo… ah, y, obviamente, yo .

Apenas llegué, las acomodadoras me ubicaron entre Max y Elena. De a poco fueron llegando el resto de los invitados, y 13.30 en punto estaba todo listo para comenzar el programa.

Cuando me vi entre todos estos individuos que hace tiempo entraron en la tercera edad, sin mencionar a la conductora, pensé que había sido un error, que la invitación era para el día siguiente o que me había llegado por equivocación. Sin embargo, cuando pregunté, me dijeron que todo se encontraba en orden. Cabe mencionar que de los integrantes de la mesa, solamente estaba al tanto de la existencia de Lydia Lamaison, por su actuación en Muñeca Brava y de Alberto Anchart, a quien conozco mejor como “el abuelo de ‘Mi familia es un Dibujo’” .

Mirtha empezó hablando con Max, a quien yo le veía una cara muy familiar. No sabía de donde lo conocía hasta que la diva lo mencionó y me vino a la mente: el viejo es el personaje de la publicidad de Reumosan, el remedio contra los problemas musculares. Ahí se me ocurrió el por qué de mi invitación, querían mostrar el contraste entre un viejo de 95 años que sube, baja, corre, camina mil kilómetros, y por otro lado yo, que con mis veinte subo las escaleras de la facultad hasta el segundo piso y necesito un pulmotor.
Después fue el turno de Alberto y Gogo Andreu. Resulta que ellos dos son parientes no sé por qué parte de la familia y el padre de uno es padrino del otro. Los primos (creo) estuvieron hablando con Mirtha 5 minutos aproximadamente, recordando épocas pasadas cuando todos eran jóvenes y exitosos. Mientras ellos conversaban yo aprovechaba para probar la “brucheta a la vasquesa” (o algo así), que habían traído a la mesa hacía unos minutos.

Fue mi turno. Mirtha, para variar, me agarró comiendo. Intenté disimular, pero no me salió. Me preguntó sobre el periodismo y sobre la ley de medios; yo intenté parecer inteligente, interesante, pero en menos de dos minutos me despachó y siguió hablando con Lydia Lamaison. Nuevamente el tema era recordar viejas épocas, personas ya muertas, y tópicos similares que en todo momento traían la vejez a la mesa. Pusieron al aire un video de ella actuando en “La Fiaca” , una novela de hace mil años donde se la ve joven. Lydia es una de las personas del espectáculo a la que siempre conocí vieja, verla con unos 35 o 40 años era todo una sorpresa para mi… hasta me costo reconocerla.

Así transcurrió el programa, hablando con todos ellos de su trayectoria, de sus comienzos, y de todo un poco. Muy a lo Mirtha. Muy “legrandesco” como dice ella. De Graciela Borges se pasó a la pobreza en el interior del país, y de esto, a la Primera Guerra Mundial y la familia de Max Berliner, que es judío y tuvo que emigrar para Argentina.

El programa concluyó en el living del estudio, donde La Chiqui se despidió una vez más de los invitados y de la audiencia, invitándolos a verla al día siguiente. Así nos despedimos de ella, que hace más de 40 años repite la fórmula de los almuerzos que nunca fracasa y que es uno éxito en los mediodías. Después de todo, su programa trae suerte.

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